jueves, 2 de abril de 2009

Crisis y Sociedad IV

Después de haber visto brevemente algo de la antropología bíblica, veamos ahora como se evidencia la pérdida del valor por la vida en nuestra sociedad actual.

EL ABORTO















Es una de las manifestaciones más horrorosas contra la vida humana, contra la vida de un ser humano, y la de un ser humano inocente, totalmente ignorante e indefenso ante el ataque y agravio que se le hace.

En la mayoría de las sociedades occidentales este sigue siendo un debate candente, aún en lugares donde ya se ha legislado a favor del aborto. Porque en todos los casos para la aprobación de este tipo de leyes, se esgrimen causas o razones médicas y humanitarias “a favor de la mujer o madre”; pero la cruel realidad ha sido otra, la mayoría de los casos de abortos las practican mujeres, muchas de ellas menores de edad, por haber quedado embarazadas como consecuencia de conductas sexuales voluntarias impropias, lo que cristianamente se llama fornicación.
Estadísticamente, son pocos los casos de aborto por una violación o una mal formación del bebé o por complicaciones en el embarazo. Las razones reales son más de índole moral y no humanitaria.

Porque si las razones apropiadas para ejecutar un aborto son humanitarias, entonces estaremos en frente de una gran contradicción y dilema: ¿Qué es lo que se concibe al unirse un hombre y una mujer? ¿Cuál es el fruto de la unión de dos seres humanos? ¿Ese ser o “cosa”, como algunos se atreven a llamar; es humano? ¿Estamos interrumpiendo la vida de un ser humano? ¿Ese feto es un ser vivo humano? ¿Es o no es un ser vivo en desarrollo?

¿Dilema humanitario o Dilema moral?

El dilema que tenemos entonces es: ¿qué se aborta? ¿Es o no es la vida de un ser humano en desarrollo?

Y hay otras preguntas: ¿a favor de quién se legisla? ¿A favor de una mujer que no quiere asumir sus responsabilidades morales y sociales? ¿Y quién defiende ese ser inocente, indefenso e ignorante de su entorno? ¿Quién tiene mayor peso moral y de responsabilidad y quién sufre la mayor consecuencia?

Se pretende ser humanitario con la mujer que, repito en la mayoría de los casos, queda embarazada como consecuencia de sus propias acciones y responsabilidades; pero no se es humanitario con un ser humano inocente e indefenso contra los ataques de esa mujer egoísta e irresponsable.

¿Dónde quedan los derechos del niño o niña? En la declaración universal de los derechos del niño se declara: “El niño tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud; deberán proporcionarse, tanto al niño como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal".

El aborto es una de las manifestaciones más claras de un mundo que ha decidido ignorar y alejarse de Dios, de Su voluntad y de Su plan para la humanidad y la creación. Y es una escalofriante evidencia de un mundo cada vez más dominado por pensamientos y conductas individualistas y egoístas, que no toman en cuenta ni respetan el valor de la vida humana en el prójimo; y en este caso, estamos hablando de un prójimo inocente e indefenso.

Aborto en USA


Veamos el caso de Estados Unidos un país que ya aprobó una ley pro aborto, la más liberal que hay en el mundo, sólo superada por China.

“Más de un millón seiscientos mil abortos quirúrgicos se practican en EE.UU. cada año. Por cada tres niños que son concebidos, uno muere a causa del aborto. El 92% de todos estos abortos son por razones que no están relacionadas con la violación, el incesto o la protección de la salud de la madre. Hasta el 1988 casi el 43% de los abortos fueron segundos abortos. Tres de cada cuatro mujeres que abortan dicen que un hijo interferiría con el trabajo, la escuela u otras responsabilidades.
EE.UU. sobrepasa a casi todas las naciones de occidente en el número de abortos por cada mil mujeres en edad de procrear. El 26% de todos los abortos se llevan a cabo en adolescentes de 11 a 19 años, un 45% de las jóvenes menores de edad que se practican un aborto lo hacen sin el consentimiento de sus padres.”

Aborto en España


Según el blog de Marta Colmenares, en su artículo “Holocausto silencioso”, “diariamente se asesinan en España cerca de 300 niños”. Y según las estadísticas que maneja la organización ProVida, la tasa de abortos* aumentó de 4,79 en 1991, a 7,14 en el 2000. La cantidad de abortos practicados fue de 41,910 en 1991, a 63,756 en el 2000. En este último año la tasa fue de 7,49 entre mujeres menores de 19 años; y de 11,88 entre mujeres de 20-24 años. Y en ese mismo año, la mayoría de los abortos se dieron en centros privados de salud, en un 97,63% de los casos. En el sitio de “ForumLibertas”, se informa que para el año 2006, España ya superaba los 100,000 abortos. Y según el Ministerio de Sanidad y Consumo español, en el 2007 ya se registraban 112,138 abortos, con una tasa de 11,49 por 1,000 mujeres entre los 15 a 44 años. ¡Y la tasa de aborto entre mujeres menores de 19 años ya rondaba los 13,79, en menos de una década! Comparémosla con la tasa de 4,79 en 1991.

Y es evidente que la tendencia será la misma con o sin una legislación pro aborto: mayor matanza de niños inocentes.

Aborto en la Biblia


En la Biblia no encontramos mucha referencia explícita sobre el aborto, porque sencillamente no se concebía que, una mujer temerosa de Dios atentara contra la vida del fruto de su vientre. Sólo hay una referencia indirecta sobre un caso de un posible accidente por causa de una riña o pelea, donde una mujer abortara su bebé (Éxodo 21:22-25). En este pasaje se determinan varios aspectos importantes:
1.Es un accidente. La mujer no decide abortar, sino que su aborto es provocado por un mal golpe o caída durante la riña.
2.Se legisla a favor de la mujer afectada y del niño nacido o muerto.
3.Se valora la vida de la madre y del niño, a tal punto que se aplica la ley del talión.

A parte del pasaje anterior, la Biblia solo subraya el valor de la vida humana para Dios y por ende para la humanidad. Y se dan varios pasajes donde se ve claramente que la vida humana tiene valor para Dios, aún antes del nacimiento, pues es Él quien la forma (Jer. 1:5; Sal. 139:13-16; Is. 49:1,5; Job 10:8-12).

Pero nuevamente lo que subraya el valor de la vida humana en la Biblia, es que el hombre es “imagen de Dios” (Gén. 1;26; 5:1, 9:6; I Cor. 11:7; 15:49; Stgo. 3:9). Este atributo, que no tiene ninguna otra criatura material o espiritual, le da un status especial al hombre, de reverencia, de respeto y cuidado. Y en Génesis 9:6, se ve claramente que el valor de la vida humana radica en que fue hecho a “imagen de Dios”, al punto que el mismo hombre debe respetarla.

Este valor e importancia de la vida humana adquiere relevancia en la misma encarnación del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. Pero también se manifiesta nuevamente el conocimiento y determinación que Dios tiene sobre una vida, en este caso la vida de Jesús y la de su primo Juan (Lc. 1:13-17, 35-37, 39-44). En ambos casos, el Señor informa el sexo de la criatura, les da nombre y les indica el propósito de vida por el cual nacerán. ¡Todo esto aún antes de nacer!

Para la mente de Dios, estos bebés son personas, con nombres, características y destinos particulares. Y no pueden ser menos para nosotros. Todo bebé, en cualquier momento que sea, en tanto que es ser humano, es una persona; porque todo ser humano es una unidad, es un ser indivisible, con una personalidad inherente a su ser. Un bebé en formación no es menos persona ni menos humano, que un bebé a sus nueve meses o recién nacido. En cuanto que es la vida de un ser humano, es la vida de una persona la que está en juego.

Termino declarando que la práctica del aborto es un acto de total y completa rebelión a Dios, a la vida de Dios en el hombre y al proyecto de Dios para el hombre. Solo una persona o una sociedad, que decide desconocer al Creador y Su voluntad, puede optar por la destrucción de una vida humana, de una persona en el vientre de su madre, o en este caso es mejor decir, en el vientre de su asesina. Esta práctica, está desatando mayor maldición y degeneración de lo que la misma sociedad es consciente. Y por lo tanto, es una de las causas de la presente crisis moral, espiritual y social que vivimos.

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*Tasa por 1,000 mujeres de entre 15 a 44 años

Fuentes:
http://www.vidahumana.org/vidafam/aborto/estadisticas.html
http://www.marthacolmenares.com/2008/03/05/aborto-holocausto-silencioso/
http://www.provida.es/valencia/estadistica_aborto.htm
http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=9893
http://www.msc.es/profesionales/saludPublica/prevPromocion/embarazo/tablas_figuras.htm

miércoles, 25 de marzo de 2009

Crisis y sociedad III

Antes que nada quiero disculparme por mi ausencia, pero he estado ocupado con otras responsabilidades ministeriales, que también ocupan mi tiempo y energía.

Pero una vez más quiero agradecerle al grupo de lectores y amigos que me han dado sus comentarios, ideas y sugerencias para mejorar este espacio de reflexión y diálogo.

Ahora continuemos el tema sobre las causas que considero están llevando a la sociedad occidental y al resto de las naciones, a esta presente crisis generalizada.

Dios: el origen y destino de nuestra vida















El tercer fundamento que nuestra sociedad está destruyendo es el valor de la vida, el respeto por la vida, como fuente y expresión de nuestra misma identidad como seres humanos.

En las próximas entregas veremos algunas manifestaciones de la pérdida del valor por la vida en nuestra sociedad, lo cual nos está deshumanizando, deteriorando y destruyendo como seres creados a la imagen del Creador, a la imagen de Dios.

Dios y el hombre

Pero antes, debo brevemente sentar la base sobre lo que considero es una antropología bíblica, lo cual definirá nuestro concepto sobre la vida, sobre todo la vida humana.

La Biblia no solo es explícita sobre la existencia de Dios; sino también sobre la creación del ser humano, de la humanidad constituida como hombre y mujer, por Dios. Él es la fuente, el modelo y el destino del ser humano, de la humanidad entera (Génesis 1:26-27; 2:7; Apocalipsis 21:1-7).

Teorías humanas

Personalmente siempre me ha parecido curioso, que las dos teorías de factura humana sobre el origen del hombre, todas devalúan o degradan al ser humano como criatura.

La teoría de la evolución, porque es eso y nada más, una teoría, aunque la sigan presentando como algo ya científicamente demostrado, defiende que el hombre proviene de los simios, del mono. Y la teoría extraterrestre, sostiene que el hombre proviene de seres extraterrestres superiores, con una inteligencia y tecnología superior a la nuestra. Los evolucionistas ven para abajo y los otros ven para arriba; pero en ambos casos la raza humana queda degradada, en un nivel inferior. Sólo el mensaje bíblico exalta al ser humano por encima de todo lo creado, aún por encima de los ángeles, y le confiere el atributo de ser hecho a la imagen de Dios.

La imagen de Dios

Esta imagen no sólo es la semejanza o parecido exterior o interior con el modelo original; sino que es también su impronta o impresión en el mismo ser. La Biblia enseña que Dios dejó su impresión, tanto internamente como externamente, durante la creación del hombre (Gn. 2:7):

1.- Lo formó (le dio forma) con “sus manos” del polvo de la tierra.
2.- Lo sopló (le dio aliento de vida) con su Espíritu. Y entonces, solo entonces, el ser humano llegó a ser un “ser viviente”, comenzó a existir, a vivir.

Dios dejó las “huellas de su mano” impresas en nosotros, unas curvaturas que solo pueden ser debidamente llenas u ocupadas por la “mano correcta” o el ser correcto. Ninguna otra cosa o persona puede llenar, satisfacer y completar esa impronta en el ser humano, solo su Creador, el que nos formó con Sus manos y con Su Espíritu.

Cuando Dios creó al hombre le tocó, le habló y lo llenó solo de Él. El ser humano, como el resto de la creación vive y se sustenta por la Palabra y el Espíritu de Dios.

El problema del hombre

Cuando el hombre pecó, realmente su decisión fue dejar de oír, recibir, la Palabra de Dios y por lo tanto dejó de recibir el Espíritu de Dios, el aliento que lo hizo ser, existir y vivir; por eso entró la muerte, la separación espiritual, y por lo tanto física, en la humanidad. Desde entonces, esa “voz” (Palabra-Espíritu) que le daba el gozo de vivir, ahora producía en el hombre el temor de vivir (Génesis 3:10).

A partir de la caída, la humanidad comenzó una vana y fútil carrera por tratar de llenar esas huellas, que dejó “la mano de Dios” en nosotros, con otras cosas y otras personas; tratando de vivir sin la Palabra ni el aliento de Dios; tratando de vivir ignorando que nuestro Creador existe y que nos sigue esperando.

Consecuencias de la caida

Tal ha sido nuestra confusión, nuestro extravío y perdición, que Dios mismo, otra vez, tomó la iniciativa y se hizo hombre, para mostrarnos nuevamente el “camino a Casa” y el camino a la vida (Juan 11:25-27; 14:6). Y esto lo hizo a través de Jesús, la Palabra de vida. Él no solo tomó, asumió nuestra humanidad, sino que también pagó la consecuencia de nuestros actos (la muerte) y la manifestación de nuestra condición mortal (enfermedades), cuando murió en la cruz del Calvario (Isaías 53:3-11). Dios, en su inmenso amor, envió a Su Hijo, para que nuevamente pudiéramos recibir Su Palabra y Su Espíritu, de manera que pudiéramos experimentar nuevamente la vida, la vida eterna, que sólo Dios, nuestro Creador nos puede dar (Juan 1:1-4; 3:16-18; 6:35-40, 63; 7:37-39; 10:7-18 ). Pero siendo Jesús la Palabra de vida, la vida misma, no podía ser retenido por la muerte, en el reino de la muerte; por eso resucitó, para demostrar que su obra, que su sacrificio en la cruz, había quebrantado la maldición de muerte y enfermedad, que pesaba sobre la humanidad desde que la primera pareja pecó en el huerto del Edén.

Tal es la importancia para Dios de la vida, de la vida del ser humano, que estuvo dispuesto aún a dejar Su gloria, para llegar a nosotros y mostrarnos el camino de regreso a la vida, de regreso a Él, nuestro Creador.

Importancia de la vida humana

Concluyo, que para Dios la vida del hombre, en todas sus etapas, tiene suma importancia por, al menos, tres razones:

1. Porque Él nos la ha dado y nos la ha dado con propósito, para que vivamos para la gloria de Su Nombre y para que disfrutemos de su presencia y relación con Él eternamente. Atentar contra la vida de cualquier ser humano, es atentar contra el diseño y propósito de Dios para la humanidad.
2. Porque Él nos creó a su imagen, para que le representemos en medio de Su creación. Llevamos Su imagen en nosotros, como muestra y evidencia de Su existencia y presencia en la creación. Así que atentar contra la vida de cualquier ser humano, es atentar contra Dios mismo que nos formó, nos creó a su misma imagen y semejanza.
3. Porque Él nos amó hasta el extremo, al punto de humillarse y tomar “forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:6-8), para rescatarnos, salvarnos y restaurarnos al propósito original para el cual Él nos creó. Por lo tanto, atentar contra la vida de cualquier ser humano, es manifestar un menosprecio a lo que Dios más ha amado: al hombre, a la humanidad (Juan 3:16); y un desprecio al don que Él nos ha dado, y que llevamos todos por dentro, en nosotros: la vida.

"Al principio Dios"... y al final también

Dios es el origen de la existencia humana; es el origen de la vida misma. Por eso Su Nombre es “Yo soy el que Soy”: la existencia, la vida siempre presente, la vida eterna.

Él es el Dios vivo. Todo aquello que atenta contra Él y Su creación, contra la vida humana, pertenece al reino de la muerte, al reino de la no-vida.
Todo lo que Dios crea es vivo, expresa o manifiesta vida en todas sus formas y belleza. Todo lo que es contrario a Dios, a Sus propósitos y a Su creación, genera o desemboca en muerte en todas sus formas y manifestaciones. Por eso la Biblia declara: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12).

El hombre, en su condición mortal, separado de Dios, no podrá nunca crear o generar vida; al final el resultado será la muerte, en todas sus formas o manifestaciones. Por eso, por cada adelanto científico, hay mayor manifestación de muerte y dolor; por cada paso de “desarrollo” hay mayor contaminación y destrucción. El Creador se lo dijo al hombre, al principio: “De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17). Y luego cuando el hombre desobedeció, Éste le dijo: “maldita será la tierra por tu causa” (Génesis 3:17).

Es por eso que la Biblia declara que la creación “gime a una y a una está con dolores de parto hasta ahora”, pues está esperando la liberación, la redención de aquellos que le creen a Dios, que reciben Su Palabra de vida, es decir a Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo; porque vendrá el día, cuando Él regrese a la tierra, para crear nuevamente “cielos nuevos y una nueva tierra” llena de vida, de justicia y paz, para toda la creación y para toda la humanidad (2Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1).

viernes, 13 de marzo de 2009

Crisis y Sociedad I










Una de las razones por la que me he decidido abrir este espacio de reflexión, es porque deseo de todo mi corazón compartir algunas ideas que nos puedan ayudar a tomar las mejores decisiones en medio de una sociedad en crisis, en un mundo en crisis.

Es mi profundo deseo poder ayudar a otros a conseguir una salida, a considerar soluciones a problemas y a dilemas que todos, de alguna u otra manera enfrentamos, en nuestra vida, ya sea personal, matrimonial o familiar.

En esta entrega quisiera que pensemos en lo que considero los fundamentos que sostienen nuestra vida y nuestra sociedad.

Viviendo la Crisis

A nivel nacional y mundial estamos experimentado un terremoto, un tsunami, que está sacudiendo, estremeciendo, destruyendo y arrasando todo a nuestro alrededor y en nuestro interior. Estamos perdiendo los puntos de referencia. Aquellos valores, conceptos e ideas que daban sentido a nuestra vida, a nuestra familia y comunidad. Nos sentimos perdidos, confundidos y sin saber a dónde ir.

Es muy probable que en algunos lugares sus pobladores estén experimentando los efectos post-trauma, aquellos sentimientos y pensamientos después del desastre, la tragedia, del choque, sea físico o sico-emocional. Pero en otros lugares, otras personas y familias están todavía atravesando los horrores de estar en medio de este cataclismo social, de una crisis sin precedente en la historia de la humanidad.

En ambos casos, las personas se sienten desorientadas, sin referencias, confundidas por el impacto de los acontecimientos y de los eventos vividos. ¿Cómo podemos restaurar a un edificio que ha sido derribado? ¿Cómo podemos reconstruir una nueva casa destruida? ¿Cómo podemos revivir o reconstruir una familia destruida? ¿Cómo podemos restaurar una vida sin valor ni propósito? ¿Cómo podemos ayudar a una persona o sociedad a la deriva?

Necesitamos revisar los cimientos.

Necesitamos tomar nuevamente la plomada o en algunos casos la brújula.

Necesitamos revisar sobre qué pensamientos o conceptos estamos edificando nuestras vidas, nuestra familia y nuestra sociedad.

Y aquí quiero mencionar por lo menos tres fundamentos que la humanidad está ignorando y por eso estamos experimentando todo este caos y toda esta falta de sentido a nuestro alrededor. Veamos el primero…

Viviendo sin Dios

Mucho de nuestra crisis actual, en nuestras sociedades, se debe a que la humanidad quiere darle la espalda a Dios. En muchos casos ya lo ha hecho abiertamente, con premeditación y alevosía.

La sociedad occidental o la que podemos también llamar judeo-cristiana ha pasado por dos grandes extremos: de ser una sociedad demasiado religiosa a una demasiado secular, sin Dios. Ambos extremos han sido dañinos, porque en ninguno de ellos ha estado Dios. En ninguno de estos casos se ha conocido ni vivido realmente la voluntad de Dios, lo que él desea para la humanidad, para nosotros.

Esa sociedad religiosa mató en el Nombre de Dios; destruyó culturas, naciones y pueblos. Persiguió y asesinó a los que pensaban diferente; no permitía la investigación científica ni la educación para las grandes mayorías. La religión y el estado se aliaron por siglos para controlar y dominar a los pueblos, en especial a los pobres y a los desposeídos. La religión se convirtió en lo que Karl Marx llamó “el opio de los pueblos”; pues en su alianza con el poder, adormecía las conciencias de las familias y sociedades explotadas y oprimidas por las clases poderosas.

Pero los pueblos despertaron. Y las sociedades cayeron en cuenta que la religión realmente no representaba a Dios, sino a intereses políticos y económicos de las clases poderosas que se encuentran dentro de ella y aliadas a ella. La religión se prostituyó, perdió relevancia y pertinencia social.

Así que nuestra sociedad occidental poco a poco se alejó de la religión, de lo religioso. Para muchas familias y pueblos el sentido de lo divino sencillamente desapareció después de experimentar las dos grandes guerras mundiales. Para su sorpresa veían a representantes religiosos bendecir las armas y las decisiones políticas de los invasores, del opresor, del dictador. De lado y lado la religión apoyó las partes en conflicto. Las pocas voces que se levantaban ante tal barbarie fueron silenciadas o en muchos casos ignoradas. Todos invocaban a Dios, pero no estaba en sus corazones.

Lo que hemos vivido, sobre todo en los últimos cien años, es una sociedad decepcionada con Dios, pues creyó que la religión representaba a Dios. Y es por eso que muchos optaron por el agnosticismo, el ateísmo y por otras filosofías religiosas fueras del ámbito del mundo occidental.

Pero nuestra sociedad occidental, la sociedad judeo-cristiana, no ha conocido ni al Dios del Antiguo Testamento ni al del Nuevo Testamento. La sociedad occidental en general realmente no ha conocido al Dios de la Biblia.

Pero en el Antiguo y el Nuevo Testamento vemos retumbar la misma declaración: “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado” (Isaías 29:13; Mateo 15:8-9). Y Jesús se lo dijo a los líderes religiosos de su tiempo. Y los de nuestros días caen en el mismo error que los del pasado, alejando a nuestros pueblos de Dios y siendo cómplices de la crisis que actualmente vivimos.

Necesitamos establecer el fundamento principal.

“El Temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia” (Proverbios 9:10). Respetar y conocer a Dios como Dios es el comienzo para alcanzar la sabiduría y también la felicidad. Tenemos que preguntarnos: ¿qué lugar le damos a Dios en nuestro hogar, en nuestro matrimonio, en nuestra comunidad o lugar de trabajo?

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1). Dios se ha dado a conocer por medio de Su creación. No tiene por qué existir conflicto entre la fe y la ciencia. Podemos conocer a Dios y él quiere que le conozcamos, pues somos Su creación. En la medida que ignoramos o desconocemos a Dios, entonces nos destruimos y nos degradamos como personas y como sociedad. La Biblia lo expresa de la siguiente manera: “Dice el necio en su corazón: no hay Dios. Se ha corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien” (Salmos 14:1). Cuando quitamos a Dios de nuestras vidas, quedamos a merced de nuestros propios pensamientos, pasiones y deseos egoístas. La solución para la crisis que vivimos es que nos volvamos a Dios y comencemos realmente a conocerle y conocer Su voluntad para nuestra vida, nuestra familia y sociedad.

Y termino citando dos grandes declaraciones que encontramos en la Biblia: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia” (Salmo 127:1). Si Dios no está en nuestros proyectos de vida, sencillamente no hallaremos ni sentido ni propósito para nuestras vidas. Es por esa razón que cada vez encontramos a más personas sufriendo de depresión y estrés. Creemos que con nuestras vidas llenas de egoísmo, llenas de nosotros mismos, de nuestros deseos y pasiones, podremos ser felices. Y al poco tiempo caemos en cuenta que estamos vacíos, confundidos y perdidos. Y nuestras familias y sociedades se desintegran y destruyen.

La segunda declaración la expresa Jesús: "Cualquiera pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé con un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon sobre aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca" (Mateo 7:24-25). Necesitamos regresar a la Palabra de Dios, que encontramos en la Biblia, para que nos ayude a conocer a Dios y Su voluntad para nuestras vidas y para nuestra sociedad. Una vez que conozcamos la voluntad de Dios necesitamos alinear nuestros valores, decisiones y acciones a ella. Necesitamos fundamentar nuestros pensamientos a la roca inconmovible de la Palabra de Dios y no a las filosofías cambiantes y pasajeras de la humanidad.

Para superar esta crisis social y económica, necesitamos establecer el primer fundamento: a Dios en nuestra vida y en nuestro hogar otra vez. Sólo Dios: Su presencia y Su palabra serán nuestro principal fundamento.

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