viernes, 13 de marzo de 2009

Crisis y Sociedad I










Una de las razones por la que me he decidido abrir este espacio de reflexión, es porque deseo de todo mi corazón compartir algunas ideas que nos puedan ayudar a tomar las mejores decisiones en medio de una sociedad en crisis, en un mundo en crisis.

Es mi profundo deseo poder ayudar a otros a conseguir una salida, a considerar soluciones a problemas y a dilemas que todos, de alguna u otra manera enfrentamos, en nuestra vida, ya sea personal, matrimonial o familiar.

En esta entrega quisiera que pensemos en lo que considero los fundamentos que sostienen nuestra vida y nuestra sociedad.

Viviendo la Crisis

A nivel nacional y mundial estamos experimentado un terremoto, un tsunami, que está sacudiendo, estremeciendo, destruyendo y arrasando todo a nuestro alrededor y en nuestro interior. Estamos perdiendo los puntos de referencia. Aquellos valores, conceptos e ideas que daban sentido a nuestra vida, a nuestra familia y comunidad. Nos sentimos perdidos, confundidos y sin saber a dónde ir.

Es muy probable que en algunos lugares sus pobladores estén experimentando los efectos post-trauma, aquellos sentimientos y pensamientos después del desastre, la tragedia, del choque, sea físico o sico-emocional. Pero en otros lugares, otras personas y familias están todavía atravesando los horrores de estar en medio de este cataclismo social, de una crisis sin precedente en la historia de la humanidad.

En ambos casos, las personas se sienten desorientadas, sin referencias, confundidas por el impacto de los acontecimientos y de los eventos vividos. ¿Cómo podemos restaurar a un edificio que ha sido derribado? ¿Cómo podemos reconstruir una nueva casa destruida? ¿Cómo podemos revivir o reconstruir una familia destruida? ¿Cómo podemos restaurar una vida sin valor ni propósito? ¿Cómo podemos ayudar a una persona o sociedad a la deriva?

Necesitamos revisar los cimientos.

Necesitamos tomar nuevamente la plomada o en algunos casos la brújula.

Necesitamos revisar sobre qué pensamientos o conceptos estamos edificando nuestras vidas, nuestra familia y nuestra sociedad.

Y aquí quiero mencionar por lo menos tres fundamentos que la humanidad está ignorando y por eso estamos experimentando todo este caos y toda esta falta de sentido a nuestro alrededor. Veamos el primero…

Viviendo sin Dios

Mucho de nuestra crisis actual, en nuestras sociedades, se debe a que la humanidad quiere darle la espalda a Dios. En muchos casos ya lo ha hecho abiertamente, con premeditación y alevosía.

La sociedad occidental o la que podemos también llamar judeo-cristiana ha pasado por dos grandes extremos: de ser una sociedad demasiado religiosa a una demasiado secular, sin Dios. Ambos extremos han sido dañinos, porque en ninguno de ellos ha estado Dios. En ninguno de estos casos se ha conocido ni vivido realmente la voluntad de Dios, lo que él desea para la humanidad, para nosotros.

Esa sociedad religiosa mató en el Nombre de Dios; destruyó culturas, naciones y pueblos. Persiguió y asesinó a los que pensaban diferente; no permitía la investigación científica ni la educación para las grandes mayorías. La religión y el estado se aliaron por siglos para controlar y dominar a los pueblos, en especial a los pobres y a los desposeídos. La religión se convirtió en lo que Karl Marx llamó “el opio de los pueblos”; pues en su alianza con el poder, adormecía las conciencias de las familias y sociedades explotadas y oprimidas por las clases poderosas.

Pero los pueblos despertaron. Y las sociedades cayeron en cuenta que la religión realmente no representaba a Dios, sino a intereses políticos y económicos de las clases poderosas que se encuentran dentro de ella y aliadas a ella. La religión se prostituyó, perdió relevancia y pertinencia social.

Así que nuestra sociedad occidental poco a poco se alejó de la religión, de lo religioso. Para muchas familias y pueblos el sentido de lo divino sencillamente desapareció después de experimentar las dos grandes guerras mundiales. Para su sorpresa veían a representantes religiosos bendecir las armas y las decisiones políticas de los invasores, del opresor, del dictador. De lado y lado la religión apoyó las partes en conflicto. Las pocas voces que se levantaban ante tal barbarie fueron silenciadas o en muchos casos ignoradas. Todos invocaban a Dios, pero no estaba en sus corazones.

Lo que hemos vivido, sobre todo en los últimos cien años, es una sociedad decepcionada con Dios, pues creyó que la religión representaba a Dios. Y es por eso que muchos optaron por el agnosticismo, el ateísmo y por otras filosofías religiosas fueras del ámbito del mundo occidental.

Pero nuestra sociedad occidental, la sociedad judeo-cristiana, no ha conocido ni al Dios del Antiguo Testamento ni al del Nuevo Testamento. La sociedad occidental en general realmente no ha conocido al Dios de la Biblia.

Pero en el Antiguo y el Nuevo Testamento vemos retumbar la misma declaración: “Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado” (Isaías 29:13; Mateo 15:8-9). Y Jesús se lo dijo a los líderes religiosos de su tiempo. Y los de nuestros días caen en el mismo error que los del pasado, alejando a nuestros pueblos de Dios y siendo cómplices de la crisis que actualmente vivimos.

Necesitamos establecer el fundamento principal.

“El Temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia” (Proverbios 9:10). Respetar y conocer a Dios como Dios es el comienzo para alcanzar la sabiduría y también la felicidad. Tenemos que preguntarnos: ¿qué lugar le damos a Dios en nuestro hogar, en nuestro matrimonio, en nuestra comunidad o lugar de trabajo?

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1). Dios se ha dado a conocer por medio de Su creación. No tiene por qué existir conflicto entre la fe y la ciencia. Podemos conocer a Dios y él quiere que le conozcamos, pues somos Su creación. En la medida que ignoramos o desconocemos a Dios, entonces nos destruimos y nos degradamos como personas y como sociedad. La Biblia lo expresa de la siguiente manera: “Dice el necio en su corazón: no hay Dios. Se ha corrompido, hacen obras abominables; no hay quien haga el bien” (Salmos 14:1). Cuando quitamos a Dios de nuestras vidas, quedamos a merced de nuestros propios pensamientos, pasiones y deseos egoístas. La solución para la crisis que vivimos es que nos volvamos a Dios y comencemos realmente a conocerle y conocer Su voluntad para nuestra vida, nuestra familia y sociedad.

Y termino citando dos grandes declaraciones que encontramos en la Biblia: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia” (Salmo 127:1). Si Dios no está en nuestros proyectos de vida, sencillamente no hallaremos ni sentido ni propósito para nuestras vidas. Es por esa razón que cada vez encontramos a más personas sufriendo de depresión y estrés. Creemos que con nuestras vidas llenas de egoísmo, llenas de nosotros mismos, de nuestros deseos y pasiones, podremos ser felices. Y al poco tiempo caemos en cuenta que estamos vacíos, confundidos y perdidos. Y nuestras familias y sociedades se desintegran y destruyen.

La segunda declaración la expresa Jesús: "Cualquiera pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé con un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon sobre aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca" (Mateo 7:24-25). Necesitamos regresar a la Palabra de Dios, que encontramos en la Biblia, para que nos ayude a conocer a Dios y Su voluntad para nuestras vidas y para nuestra sociedad. Una vez que conozcamos la voluntad de Dios necesitamos alinear nuestros valores, decisiones y acciones a ella. Necesitamos fundamentar nuestros pensamientos a la roca inconmovible de la Palabra de Dios y no a las filosofías cambiantes y pasajeras de la humanidad.

Para superar esta crisis social y económica, necesitamos establecer el primer fundamento: a Dios en nuestra vida y en nuestro hogar otra vez. Sólo Dios: Su presencia y Su palabra serán nuestro principal fundamento.

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